En una
de esas que paso entre el montón para el baño, levanto la mirada y me estaba
mirando, como le sostuve la mirada —en realidad desde que la había visto, no
paraba de ficharla— la mina me sonrió; ya está dije.
Mientras meaba me
hacía toda la película, la venía poniendo seguido, pero una así, una de esas te
cojés cada tanto. Por eso macho —me decía a mi mismo imaginando mi apariencia— si
querés rendir y pegarle la cogida de su vida, levantá la patita del acelerador,
no seas boludo que lo único que falta es que la cagues vos solito.
Qué buena que está la hija de mil puta, explotar es poco.
Me la sacudí con una sonrisa de oreja a oreja, medio canchereando, me acomodé
más o menos en el espejo y salí con un aleteo en el corazón y un suspiro en el
pito. Estaba bastante puesto, ya eran como las 4 o más, la verdad me sentía
pesado, hinchado, me había metido de todo, viste cuando empezás a ver borroso,
y caminás con los pies cambiados, sumale la oscuridad del boliche y el
amontonamiento, aunque la verdad que el amontonamiento me ayudaba a no caer,
como en un flipper medio a los tumbos llegué a un claro, tenía la total
seguridad que la mina me iba a buscar, no es por agrandarme pero uno aprende a
descifrar miradas, y la de esa mina sólo podía significar una cosa.
Así que con la
promesa de no escabiar más me quedé esperando que apareciera. Podía estar no
tan buena de cerca como me pareció a la distancia, la verdad es que no había
estado a menos de siete o nueve metros, pongamos
diez, siempre en pedo, obvio y viendo a través de la oscuridad, los juegos de
luces y la máquina de vapor. Pero aún así sabía que estaba buena, muy buena, y
que no podía errarle mucho. Me había pasado como a todos de llevarme más de una
sorpresa, no sólo adentro del boliche, si no y sobre todo en la semana, afuera,
de día, sin escabio, a la luz, inchamuyable.
Siento un pinchazo en la espalda, me doy vuelta para
embocar a uno y ahí estaba. Parada adelante mío, más baja de lo que me
imaginaba. Me sonríe y le devuelvo la sonrisa. Me dice hola y le digo hola. Me
siento un pollito mojado, no sé bien por qué, me empiezo a sentir nervioso,
finjo tranquilidad, casi indiferencia. Con naturalidad empiezo un diálogo, la
mina me frena en seco con un beso, me doy cuenta que tiene un piercing al mismo
tiempo que esto no puede estar pasando, es demasiado bueno, ¿cuanto puede
durar? Pero me la estoy transando, objetivamente me está comiendo la boca al
menos de la misma manera en que se puede decir que hago lo mismo con ella.
Conmovido por mi suerte cuando paramos
miro, tratando de pensar en algo, a nuestro alrededor: y sí, me digo, lo mismo,
hasta donde veo por lo menos cinco o seis parejas están en lo mismo, grupos de
amigxs que entretienen sus labios con vidrio o plástico a falta de otra boca,
quizá envidiando la suerte o no de algúnxs otrxs, no de todxs, por lo general
bicheros, come gordas y viejas, lobos feroz que le dicen por que se comen a la
abuelita, no faltan, sobran, son la norma, por eso los grupos de amigxs que se
aíslan por asco, timidez o apatía y no intervienen en el amasijo de cuerpos que
se desean hasta por ahí no más, pelean con el otro grupo en número, y ya que
están al pedo fichan por ejemplo que hace ése, con esa mina. Las miradas de
muchos están puestas en mí, me doy cuenta. Tengo la mejor mina del boliche
La miro bien, es decir trato de tomar distancia de mirar
con cierta perspectiva, me sonríe agarrada de la mano, le aprieto los dedos
entre los míos llevándola a un costado, más silencioso y sin tantos apurados
por pasar empujando, ni curiosos que miran, ni parejas preocupadas por bailar
en lugar de concretar, empujando también, en fin…más lejos de las luces y el
ruido para por lo menos oírle la voz cuando me habla y tomar algo, lo último. Como
para invitarla. La mina me sigue, se deja llevar sin preguntas, es toda risas,
algo me decía que no era tan boluda como pensé, o sea sólo linda… prejuicios. No
sé por qué llegué a esto ultimo y
realmente me lo pregunto mientras avanzo tirando suavemente de su mano entre
los demás, notando cómo minas y tipos todos por igual a medida que pasamos
frente a ellos nos dedican brevemente un fragmento insignificante de su noche
para auscultarnos con sus consciencias, juzgándonos, antes de seguir en su
caretaje ad usum noctis populi. Llegamos a una barra que queda de pasada a la
terraza. Le pregunto al oído qué quiere tomar porque no me escucha por más que
grite, me hace un gesto que le da lo mismo, pido algo clásico y encaramos para
la terraza.
Cuando salimos escucho por primera vez su voz, es más
grave de lo normal, me cuenta lo que estuvo tomando. La noche y ella están
sumamente hermosas por si no quedó claro.
— ¿Te gusta eso? La verdad no sabía que pedirte —una gota
apenas visible brilla en sus labios aprovecho para besarla, ella sonríe y me
sigue explicando:
—Sí, igual tomo de todo, hoy con unos amigos tomamos una
banda de cosas, vodka nos tomamos como tres con Baggio, fernet con coca (hace
memoria) acá adentro un par de champagne con speeds y dos o tres frizzés no me
acuerdo y hace un rato con una amiga (agrega a último momento) dos tequilas cada
una, (ríe esta vez recordando algo) ¿fumas? —me pregunta pelando un paquete de
rubios finitos, esos de mina, abriéndolo y sacando un faso, no le digo nada
mientras miro a los demás también en la misma obvio, para eso está la terraza
aunque nunca falte algún patova que venga a hacerse el poronga.
Continuará...
Continuará...
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